Imaginemos una especie de ave. Un ave generalista, de las que comen de todo. Si esas aves migran a una isla y en esa isla hay un tipo de semilla determinada. En cada generación, aquellas aves que tengan el pico más adecuado para esa semilla van a tener más éxito reproductivo que aquellas que tienen un pico menos efectivo. Con el paso de las generaciones y la selección natural, aquellas aves tendrán un pico distinto a las aves originales. Posiblemente, también sus hábitos se hayan modificado. Al final, las aves originales y las aves que viven en esa isla constituirán especies distintas. Es la lección que hemos aprendido de los pinzones de las islas Galápagos.
Las personas, a lo largo de nuestra vida laboral vamos cambiando nuestras actitudes y valores dependiendo de la organización en la que trabajemos. Nadie trabaja para recibir palos: tratamos de hacer lo mejor posible nuestras tareas para recibir una zanahoria en vez de un castigo. Por ese motivo, con el paso del tiempo creamos realidad a partir de nuestras rutinas y costumbres. La realidad, tal como nosotros la percibimos, es un pico imaginario. A pesar de que nosotros somos generalistas y podemos hacer de todo, el pico que creemos que tenemos, nos lleva a optimizar la relación que hemos desarrollado a lo largo de nuestra vida laboral en la organización X. ¡Cuánto cuesta volver al punto de partida!