En la edad media existían las novelas de caballería, como por ejemplo, "La vida de Amadís de Gaula", el mejor caballero del mundo, que lucha en innumerables batallas y vive grandes aventuras por amor a la princesa Oriana. Este género tiene su continuidad hoy en día con las películas de Marvel, en donde los superhéroes se arriesgan por el amor cortés de su dama, además de luchar por el valor, la fama, y contra las fuerzas del mal y la traición. El hombre blandengue, el tímido, la persona amable, los perdedores... son personajes siempre personajes secundarios, débiles. Ningún espectador quiere reconocerse en ellos. No son un modelo a seguir.
Cervantes fue toda su vida un perdedor. Siempre que estuvo frente a la posibilidad de lograr un éxito eligió la peor de las opciones. Sin embargo, su novela, es el mayor logro de la cultura en castellano. Inaugura la novela moderna, sirve de inspiración para autores posteriores, les instiga a indagar en sus personajes más allá de lo superficial. Después del Quijote, la narrativa ya no vuelve a ser la misma.
Lo mismo pasa con Jesucristo, cuando coge la religión de los judíos la transforma en una religión que va más allá de la obediencia para entender que nadie está libre de pecado y que el mandamiento más importante es la regla de oro de la ética: trata a los demás como quieres ser tratado. Por motivos étnicos muchos judíos permanecen leales a la religión primitiva. Una religión que los separa de los demás y les convence de su superioridad. No voy a criticar a las religiones, sin embargo creo que hay o que hubo religiones execrables, por ejemplo la de los antiguos vikingos o la de los aztecas. Afortunadamente, la religión de los amables, de los que pierden para no ofender, de la tolerancia, (siempre contemplando la mejor de sus versiones, porque hay otras versiones, mucho más frecuentes que ¡Vaya tela marinera!) borró esas religiones de la faz de la tierra.
El hombre de verdad lleva consigo también al hombre de mentira. El autor, Cervantes, no podía expresarse de una manera honesta sino es a través de esa dualidad encarnada en el Quijote y Sancho Panza. Tenemos que estar locos para creer nuestras quimeras, y siendo exclusivamente personas prácticas como Sancho Panza, en nuestro interior está nuestro anhelo de que lo extraordinario ocurra, aunque sea de la mano de un viejo hidalgo loco de la Mancha.
No nos queda más remedio que darle la mano a quienes Jesucristo llamó bienaventurados, y reconocer que dentro de nosotros también hay partes de nosotros ocultas y que merecen la bendición del reconocimiento
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